jueves, 2 de junio de 2011

El abandono

Detrás de la puerta

El lápiz frotado contra el papel produjo un incendio.

Los dedos rotos del cansancio

Ardieron dejando un vacío de memoria

Las palabras formaron piel por encima de la ropa

Y el resplandor cálido de mis intestinos

Barrió con el comienzo.

La puerta se cerró detrás de mí

Y la cerradura inundó mis oídos

Diluyó mis amígdalas

No me dio sonrisas

Ni pieles erizadas

No rompió costillas enemigas

No traspasó paredes con certezas

No me dio falsos deseos

Dijo, leyendo una post-data:

Ir a donde el alfarero

Recoge su arcilla

Esperarlo encima de un árbol

Pedirle permiso

Lavarle los pies.

Y en aquel verano

Y en aquel verano en que amaneciste

dejando ver tu vastedad

no fueron suficientes el cielo ni el ocaso para ocultarte

ni tan siquiera hacerte opaco,

porque te habías vuelto para mí un poderoso vórtice

que atraía hacia sí su mirada.

Yo, que a veces giro en círculos como una mosca fracturada, zumbando en silencio.

Cada vez me paso más tiempo en tu santuario, queriendo ser como el charco:

cargado de mugre pero aún así apacible.

Parecidos

Hay gente a quién quiero parecerme

Pero también tengo un miedo enorme

De lograr mi cometido.

También se puede desear parecerse a lo desconocido

Y a eso no se le teme.

Recuerdos

Recuerdo haber limpiado mi frente del polvo

Como queriendo borrar un pasado de humildad.

Recuerdo también,

La inquietud ante el no saber

La causa del placer de prosternarse.

Hoy, veo hacia atrás

Algo parecido a un círculo

Que al mirar con cuidado

Resulta ser más bien un espiral.

La forma del espiral

La ruta de mi vida

Comienza en el círculo grande

Y termina en el más pequeño,

Sospechamos que al final hay una línea recta.

Pero en fin

Sólo me queda inclinarme,

Porque así se revela la verdad, frágilmente

En ausencia de la mentira.